domingo, 7 de noviembre de 2010
Contención vs. Inmunidad artificial
Un escritor de nuestros días, Federico Andahazi dice: La certeza es una herrumbre del cartesianismo. Siempre he sospechado que la palabra escrita está hecha de otra estopa, de una sustancia cuya roca no es la certeza, sino, por el contrario la incertidumbre.
Entonces partamos de la duda, rebelémonos a ser persuadidos por la razón o la fe.
Cuando nos referimos a contención, desde distintas teorías, se suelen conceptualizar determinados pasos a seguir: Empatía -estar en el otro, no sólo con el otro- Identificación, Disociación Instrumental. Dos movimientos, como una especie de danza, de entrar y salir, como un pujar, un partero de ese otro que no me permite repetirme hasta el infinito.
Esto enuncia casi un acto creativo, otras líneas, en esa distancia del yo, no yo, aparece un encuentro, algo nuevo, eso que se da no solo entre lo que el otro espera de mí, lo que yo espero de él, otro sentido generado en ese entre, me aventuraría a decir, en ese espacio se ha producido una hazaña.
Pero esto que aparece como una pequeña certeza, este tesoro, este arsenal -porque es la lucha- de sentimientos y de acciones que desplegamos, puede ser bastardeado cuando aplicamos con innecesaria tosudez la solemnidad de la palabra, la estereotipia, entonces toda esta magia se convierte en desencanto.
Con esto quiero referirme a la tan mentada Distancia Optima, cuidémonos que no se convierta en artificio, el cuerpo suele rebelarse ante éstos, pero así como suele confundirse libertad con individualismo, es importante poner el acento en esto que puede ser un sutil disfraz de indiferencia, o desapego.
La internalización del desapego tan vigente en todas las franjas etarias.
Todo esto para decir que: estamos inmersos, bañados casi ahogados por las intensidades de la tempestad de la Distancia Optima. Ni tan cerca que me quemo, ni tan lejos que me enfrío. ¿Estaremos vencidos?
Debemos nadar junto con el otro, más si encontramos que está hundiéndose, le aplicamos nuestras fórmulas interpretativas, tenemos una especie de temor a llegar a experimentar esas profundidades, a abrirnos para ser atravesados;igualmente, tenemos bastantes seminarios de primeros auxilios repetitivos.
Pareciera como que ser propietarios de tanta intensidad no es nuestro sentido, nuestro sentido es tener la certeza de lo que el otro precisa y darle algo prefijado.
De ahí que surja este intento de reflexionar acerca de lo que denominamos Distancia óptima en el cuidado, un intento de sentir y pensar qué nos ocurre cuando estamos frente a un otro que nos necesita.
Distancia proviene del latín distantia, es un espacio o intervalo de lugar o de tiempo que media entre dos cosas o sucesos; también una diferencia, desemejanza notable entre unas cosas y otras; la Real Academia menciona además desafecto, desvío, alejamiento entre personas.
Pensar la distancia como una elaboración artesanal, que permite el encuentro, el surgimiento de las singularidades, de un vínculo bueno, que esté relacionado con la comunicación y el aprendizaje, no con la estereotipia, o con una especie de lecho de Procusto, como la sumisión a un concepto que está en el imaginario pero alejado de nosotros mismos.
Si no repensamos nuestras prácticas, si no utilizamos esta capacidad del Yo de observarse, incluso hasta en nuestros discursos más progresistas de reivindicaciones podemos caer en la concepción predominante de la psicología asistencialista, controladora y segregante de lo social, económico, político y participativo.
La envoltura transparente
El personal de cuidado en las instituciones geriátricas asume sin solución de continuidad la responsabilidad de atender y cuidar a los adultos mayores; con esto me refiero a los cuerpos tristes, doloridos, o moribundos. Ellos están en permanente contacto con esto.Ocupan el lugar de la contención de las emociones, de las fantasías angustiosas, albergando a quien está amenazado, luchando junto a él, entre la vida y la muerte. El estar enfermo nos remite al más profundo temor, el miedo a morir. Lo más temido y negado por los hombres.
La cuidadora hace por lo general todo aquello que a las demás personas les repugna o les da miedo. Está en cotidiano contacto con lo que a la mayoría le desagrada: los excrementos, la sangre, las heridas, las escaras, los tumores, la decrepitud, el deterioro del cuerpo.
El geriátrico produce un desgaste profundo sobre quienes se instalan dominados por fantasías mesiánicas o salvadoras, lo que Balint tan bien describiera denominando función apostólica.
Este desgaste, este equilibrio inestable, produce en los cuidadores determinados mecanismos de defensa propios de las organizaciones: despersonalización, distancia y negación de los sentimientos, ejecución ritualizada de las tareas, actitud negativa frente al cambio, reducción del peso de la responsabilidad por delegación en superiores.
Desde mi práctica puedo comprobar que lo que pareciera mas díficil de elaborar es esto, a las personas no les cuesta entrar en el otro, les cuesta más salir, esto habla de que a pesar de estos tiempos tan frágiles en lo que respecta al albergamiento de un otro, sigue existiendo en los seres el encuentro, el deseo de abrirse y de permitirse el desafío.
Confieso también que esta proximidad con la intensidad pareciera sacar de quicio a muchos directores de geriátricos, esta implicación excesiva puede trastornar su lógica de mercado; lo que quisiera decir es que cuando el cuerpo está triste necesita algo más que una interpretación más bien necesita de la experimentación con ese otro, y es aquí donde el cuidador utiliza su cuerpo como instrumento, como si éste y sólo éste fuese su dispositivo, su buscador, su motor que genera efectos y crea nuevas posibilidades y expansiones.
Es que en este interjuego donde el dolor es un momento muy largo para el otro, necesitamos junto con lo discursivo una apuesta a humanizar más el sentido, poder entrar en el otro seguramente dara lugar a otra expresión de singularidad.
Un rumbo nuevo, otro trazado, no sé si lo que doy es lo que se espera, es algo distinto, innovador, algo más que lo prefijado.
Así como estoy tratando de comunicar la importancia de no disipar lo que se siente, querria también manifestar que sería loable ser conciente de estos procesos, estoy tratando de decir que el sujeto necesita en su cuidado ser respetado no colonizado ni intelectual ni afectivamente.Percatarnos también de esto, en un sistema caracterizado por las asimetrías y arbitrariedades, es común que lo asistencial puede enmascarar o encubrir una relación de dominador-dominado,en esa dialéctica amo -esclavo es mejor ser controlado por otro que por uno mismo, es mejor ser oprimido, explotado, perseguido, manipulado por otro que por uno mismo.
Contención estaría relacionado con la construcción de espacios de cuidado para mejorar la atención de nuestros adultos, así como el cuidado de los cuidadores, que no están tan preocupados por su propia distancia sino por ciertas lógicas institucionales que los rigidizan y cristalizan en conductas que son como certezas o virtudes de piedra.
Sin alcanzar todas las tecnologías del niño-burbuja, ya vivimos en esta burbuja, en la envoltura transparente que rodea algunos personajes del Bosco, envoltura transparente en la que nos refugiamos, a la vez desvalidos y superprotegidos, condenados a la inmunidad artificial y a la transfusión perpetua y condenados a morir al menor contacto con el mundo.
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